Se cumplió un año de haber ido a ver a la Vela Puerca a Atenas, y lo festejé yendo a verlos nuevamente, pero esta vez en el Luna Park. La pasé bárbaro (como para no...) pero faltaron los pogos, los gritos, el tumulto, el quilombo. Ya vamos a estar todas para eso. Los amo tanto.
Estamos a cinco días de la fiesta del bachiller. Veinte para la primavera. Setenta y seis para terminar las clases; para finalizar la secundaria después de seis largos años, pero que se pasaron tan rápido... Ayer en el cumple de Dani nos acordábamos de años anteriores, de qué pensábamos sobre cada uno, cómo eran los grupos en ese momento, de los que vinieron, de los que se fueron, de las pelotudeces que hacíamos y decíamos. A pesar de no considerarlos tan amigos como otros, son parte de lo que vivo todos los días, y eso ya me basta para saber que nunca me voy a olvidar de lo que viví estos últimos cuatro años. ¿Ven? Septiembre tiene algo, me pone sentimental cuando todavía faltan dos meses para darle a la cursilada.
Todavía no sé de qué disfrazarme. Los ideales serían de Pocachontas, la piba rosa de Lazy Town, Misty de Pokemon, o Starfire de Los Jóvenes Titanes. Pero me voy a tener que arreglar con lo que haya; de última con lo que hay en casa: de árbitro, jugadora de básquet o de hockey.
Si la pasé de diez a la vigésima potencia hasta ahora, no me quiero ni imaginar lo que viene para los cuatro mejores meses del año que quedan.
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