9.2.13

Día seis

La casa nunca había estado tan deprimente desde que llegué como en la mañana del sábado 9. Hasta yo estaba medio deprimida, y eso que había conocido a los chicos apenas una semana antes; pero era bastante lógico que el ambiente esté así, considerando que Jerry está desde septiembre y Madjit desde mayo del año pasado.
Ayer tenía puesto un mono de colores re lindo que me compré antes de venir, y por alguna puta razón se me salió el segundo botón cuando caminábamos por el shopping, así que tuve que entrar a un local para pedir un alfiler y mantener juntas las dos solapas de tela que daban justo a mis tetas. Hoy le pedí a Bash una aguja e hilo para arreglar el mono y Ariane tuvo que ayudarme debido a mis escasos conocimientos del hilado, pero al final pude encajar el mísero botoncito en su lugar sentada en la cama de Jerry junto con los demás, esperando el momento de la despedida.
Después de almorzar, estaba con las colombianas en el comedor y llegó Madjit diciendo ‘Goodbye, girls’. Fue feo; nos hicimos tan amigos en tan solo una semana que lo sentí cuando me despedí de mi familia en el aeropuerto, pero peor, porque probablemente esa sería la última vez que nos viéramos. Eso es lo lindo de tener amigos en otro país; a pesar de las distancias, un viaje nunca está de más para volver a encontrarse. Me causó cuando las colombianas se largaron a llorar; ellas los conocen desde hace apenas un mes, pero como dije antes, uno se hace amigos muy rápido acá, porque como que todos estamos en la misma.
La tarde siguió igual de depresiva y callada, incluso hasta cuando llegó una estudiante nueva, Cristina, de Rusia. Casi no habla inglés, lo cual es estresante hacerle entender algo, y es muy fría y callada. Sé que no va a formar parte de mi círculo de amigos, sumándole que tiene treinta y dos años y que le cuesta adaptarse a las costumbres de la casa, es muy diferente. Igualmente parece buena mina, nos regaló a casa uno un imán de Moscú, en donde vive, y a mí me regaló un billete de cien de la moneda que usan en Rusia. Yo fui la que tuve que mostrarle la casa y darle todo tipo de indicaciones; sentí como si hubiese estado meses en la casa cuando apenas llevo una semana.
Me estaba preparando para mi segunda salida en Cape Town, cuando llegó Abe a los bocinazos. Siempre me olvido que tengo que estar preparada en cinco minutos y antes de las diez de la noche, me va a costar acostumbrarme a eso porque lo detesto. Fuimos a Bob’s porque generalmente ése es el punto de encuentro y donde empezamos a tomar ya que es más barato que en cualquier otro lugar, y ni siquiera tenemos que pagar la entrada. Éramos cuatro ecuatorianos, el mexicano y yo; después de encontrarnos y tomar un par de shots y cervezas nos fuimos a The Dubliner’s, donde ya había estado el miércoles. Otra vez la misma música de mierda, pero la pasamos bárbaro; el alcohol estaba haciendo efecto rápido, así que me puse a hablar con todo el mundo, con gente de otros países, con sudafricanos, y con estudiantes de EF que también estaban ahí. Se me tiraron otra vez los dos ecuatorianos, pero sólo estuve con uno, no tenía ganas de que me marquen de puta definitivamente. El hijo de puta me dejó como cuatro chupones, a lo que ellos llaman ‘chupetes’, y creo que quedé más puta todavía, porque me dijeron que en Ecuador es algo totalmente desubicado. ¡¡¡Bien, no pego una!!! Ya fue, estoy totalmente orgullosa de ser argentina, no me jodan. Ahí fue cuando se confirmaron todas mis dudas. Este flaco me empezó a hablar sobre nosotros; me dijo que le había gustado desde la primera vez que la hablé, que ahora que habíamos estado por segunda vez le gustaría estar en algo más serio, que no le gustaría que yo esté con otros flacos y que el no estaría con otras, bla bla etc etc. Lo único que pude responder fue ‘no sé, no sé no sé…’ porque realmente no sabía qué carajo contestarle, y porque no podía pensar en absolutamente nada debido a mi estado. Así que no sé en qué habremos quedado; no sé qué pensará él, pero yo ni en pedo quiero algo serio acá en Cape Town, no vine a tener novio, y creo que se lo dejé claro, ni me acuerdo. Finalmente, después de otra charla sobre nuestros acentos esperando a Abe afuera de The Dubliner’s nos fuimos cada uno a su casa. Yo me bajé con Jesús, el mexicano, porque vive en frente de mi casa y nos quedamos un rato afuera. Como ingenua y pelotuda que soy, no me imaginé que se me tiraría, pero lo hizo. ¿Qué verga le pasa a esta gente? ¿Nunca vieron una argentina en sus vidas? Lo saqué del orto pobre, pero no tiraba nada estar ahí con este loquito. Me despedí rápido porque era bastante incómodo seguir ahí con él, y me fui derecho a domir. What a night.

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