8.2.13

Dia cinco

Afortunadamente no me desperté temprano por la luz que entra por la ventana de mi cuarto, así que pude dormir pacíficamente hasta las tres de la tarde. Las colombianas iban a ir a un shopping que está yendo como para las afueras de Cape Town, y accedí a ir cuando me invitaron. Nos pasó a buscar Abe, el taxi driver, y el muy forro nos cobró como R100. No sé si ya hablé antes sobre él, pero este chabón es un cago de risa. Es un pobre tipo que tendrá unos cincuenta años y yo creo que ni tiene tiempo de dormir porque debe estar sentado en ese taxi las veinticuatro horas del día. No es un taxi común donde entran cuatro pasajeros; todas las mañanas, Abe pasa a buscar a unos diez alumnos por tanda para ir al colegio, y también siempre lo llamamos para volver a casa, para salir a la noche y regresar a las cuatro de la mañana. La cosa es que todos conocemos a Abe, todos sabemos que cuando uno lo apura porque está llegando tarde a algún lado y él dice “five minutes, my friend; i’m coming, my friend” es porque esos cinco minutos probablemente sean unos cuarenta; pero se lo quiere, y nunca faltan las peleas por quién lo llamó primero.
En fin, fuimos a Cannal Walk y me gustó mucho, me compré un vestido muy lindo a R99, lo que serían unos $60 en Argentina, vimos muchas vidrieras, y comimos en un restaurante muy bueno, en un balconcito donde se puede ver toda la parte de afuera, y hay una especie de río artificial, no sé qué flasharon pero es muy lindo.
Cuando llegamos a casa se estaban yendo todos. Me había olvidado completamente de la despedida de Madjit y Jerry, que se iban al día siguiente, y que íbamos a salir a comer a algún lado. Estaba enteramente crota, pero no me quedaba otra que ir como estaba. Ni nos bajamos del taxi y arrancamos para un restaurante italiano que queda por el centro; todavía no logro ubicarme a la perfección. Había muchas personas, eramos todos de EF y Bash. Las chicas no tenían hambre porque ya habían comido en Cannal Walk, pero como yo sólo había pedido un jugo de naranja, esta vez me pedí un buen plato de spaghettis con pesto que tanto extrañaba. Hablé con Flor toda la cena, y lo sentí como su despedida, porque ella se iba al día siguiente también. Al final, Jerry tocó un par de temas en la guitarra, y se despidieron de todos. Yo me despedí de Flor, porque a los chicos los iba a ver en la casa, y quedamos en mantenernos en contacto. Llevamos a los chicos a Bob’s bar, y yo no pensaba salir porque estaba destruida, así que me fui con Bash directo para casa y me dormí como la mejor.

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