Qué colgada la piba. Debe haber sido el aburrimiento de esta última semana.
Empecé la dieta. No sé exactamente por qué, pero ni siquiera me interesa bajar de peso, dado que nunca supe cuánto peso en realidad. Una razón podría ser que vengo comiendo como una morsa desde hace dos meses y necesitaba este 'golpe de hambre' para bajarle un cambio a la gula; o tal vez sólo sea otra de mis ocurrencias, y cuando se me mete una idea a la cabeza es muy difícil arrancármela sin haberla realizado. La cuestión es que sufrí como una puta los dos primeros días pasando hambre, pero ya estoy acostumbrándome a las nuevas cantidades de comida, y todavía faltan cuatro días más que no van a ser tan jodidos. Cuando termine, voy a comer normalmente pero sacando algunas porquerías con las que no debería darme el lujo tan seguido, y por suerte soy una persona que se adapta muy rápido a los cambios.
Hubo un periodo de incertidumbre del que no podía salir y como que me moría por dentro cada día que pasaba, pero creo que ya se aclararon todos mis problemas y dudas.
Hice esta entrada porque tenía que escribir sobre algo importante y ahora no me acuerdo que era. Me hice Twitter; lo odio y lo amo al mismo tiempo. Estoy leyendo tres libros al mismo tiempo y no está nada bueno; son una biografía del Che, Las ventajas de ser invisible, y El nombre del viento. Retomé Glee porque no podía dejar la serie sin terminar aunque odie la cuarta temporada. El viernes empezamos teatro como todos los años, salvo que en éste todavía no hay hombres y somos las más grandes, así que sólo nos queda la salvación de alguno de cuarto o quinto año. Volví a la guitarra criolla después de tanto tiempo porque le cambié todas las cuerdas (ya era hora) y a la acústica se le salió la primera cuerda. Hoy a la noche es el cumpleaños de un compañero, o una 'pre 456to', y no sé si ir; me da toda la paja del mundo salir, y si salgo prefiero hacer otra cosa, pero bueno, veré.