No me olvido del blog, no me olvido. Lo que pasa es que no tengo una puta gana de escribir, así que tengo que obligarme a hacerlo. Hoy me fui a vacunar contra la fiebre amarilla para irme a Sudáfrica, cosa que ya ni siquiera estoy segura de que vaya a pasar si mi pierna sigue como está durante más tiempo. Ya no sé si se trata de pesimismo o de realismo, me caracterizo por ambos.
Mi pierna sigue igual, aunque puedo moverla mucho más que antes, la hinchazón es menor, y sólo me quedaron hematomas en el tobillo, pero tengo que seguir con férula y muletas hasta principios de enero. No sé cómo me voy a bancar doce horas en el auto con la pierna estirada: nos vamos a Río Negro el domingo que viene, y como todos los años no tengo ganas, pero habrá que fumársela por la familia tan querida.
El jueves pasado se recibió mi primo, no puedo creer que ya sea abogado. Me acuerdo el primer día que llegó a La Plata para quedarse durante seis años que se pasaron como tejo, yo lo ayudé con las cosas del primer departamento en el que se alojó, hasta me acuerdo de haber estado armando una caja para guardar cosas. Aunque suene muy banana, casi me largo a llorar cuando lo vi salir del aula donde rindió después de aprobar la última materia, pero aguanté. Más tarde, disfruté filmando como lo cagaban a huevasos y a baldasos de líquidos asquerosos y no identificados, hasta vi un pañal volando por los aires. En un momento me vi yo misma llena de mugre cuando me haya recibido de zoóloga; todavía me quedan unos cuantos años por delante, pero todo pasa tan rápido...
Tengo planes muy lindos para mañana y pasado a la noche: Rocío festeja su cumpleaños el martes y Juana el miércoles, así que obviamente estaré presente en ambos. Tengo muchas ganas de ver al pueblo. Por ahora sólo me queda ver películas y leer las 100 páginas que me quedan de El chino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario